Juliana Burgos es una promiscua más

“Porque hay millones de textos de amor,

pero muy poquitos de respeto,” – Alejandra Martínez de Miguel

Juliana se sienta de frente a un árbol, el más bello de la casa, el único que sabe escucharla. Lo mira y le sonríe, porque al fin encontró un masculino que extrañamente la oye. Será porque al árbol le faltan cuerdas vocales.

-Si me preguntaras cómo me llamo, me gustaría decirte Juliana Burgos, a viva voz. Pero ni siquiera soy dueña de mi nombre. Me resultaría gallardo que pudieran decirme mujer florero. Al menos así me definirían con las palabras correctas.

Tras un largo silencio y una opresión en el pecho, continúa:

-No me gusta ser Juliana. No quiero ser Juliana. Quisiera ser Julián, para que me tengan aunque sea un poquito de respeto. Para que no me quieran por mi belleza. Para que sus cuerpos no demuestren ni un ápice de deseo hacia el mío.

Una voz varonil le grita desde el zaguán. Lo oye, pero desearía ser sorda, para no acudir a sus órdenes. La vuelve a llamar y, antes de marcharse, se despide del árbol:

-Gracias por no ser como el resto. Gracias por escucharme, a pesar de ser mujer.

 

“Cuando la tragedia se apodere de mi cuerpo no quiero pedestales, quiero destrozar el jardín” - Alejandra Martínez de Miguel

Hoy el árbol se ve más hermoso de lo normal. Pero esta vez lo mira desde la ventana del cuarto. Ellos creen que ella está durmiendo, pero Juliana Burgos no sabe pegar los ojos, si no es para soñar con su libertad. Se siente triste. Por primera vez comprende que su vida vale menos que un florero.  De repente, su mar de pensamientos se abre, al escuchar dos voces que la llaman al unísono. Tiene miedo de que vuelva a pasar lo de la otra tarde. No sabe cuánto más podrá soportarlo. Se limpia las lágrimas y va al encuentro. Se despide del árbol con su mano, en silencio y con el miedo recorriéndole entera. Ser mujer es su peor castigo.

 

“Me presento:

yo soy la promiscua” – Alejandra Martínez de Miguel

Juliana está petrificada de frente al árbol. No abusaron de ella, esta vez. Solo le pidieron que guarde sus cosas.

-¿Este puede ser el inicio de mi libertad?-deja que el silencio la calme- Sí, tampoco debería ilusionarme. Para esta sociedad mi boca no vale, si no es para romperse. Sigo siendo una mujer florero. Solo que por ser mujer, valgo menos que un florero.

Escucha su nombre a lo lejos y la piel se le pone de gallina. Le sonríe al árbol y le suelta:

-Tal vez, ésta sea la ventana hacia mi libertad. Has sido mi salvador. Me has dejado escuchar mi propia voz. ¡Gracias!

Pero ella todavía no sabe que librarse de esa casa se paga con más esclavitud. Que su libertad se paga con más abuso. Su nueva casa es un prostíbulo.

 

“En cien años pasará lo mismo. No me cantéis como muerta. Cantadme como asesinada” – Alejandra Martínez de Miguel

Juliana Burgos ha vuelto a su viejo hogar. Claro que ha salido de un infierno y se ha metido en otro. Pero qué puede hacer; es su destino. Se le rompe el corazón al notar que el árbol ya no está. Lo han arrancado por un capricho de Cristian; le molestaba que Juliana pueda mover sus labios y que alguien (o algo) la oiga. Juliana está llorando, el agua se le cae a borbotones. El árbol que le ofrecía libertad ya no vive en esa casa, ya no respira, ya no la oye.

Cristian la llama. Sabe que es Cristian porque Eduardo se ha ido. Cuando llega hasta el zaguán, él le escupe en la cara, como si escupiera dentro de un florero. Algo pasa. La observa con más ira de lo normal, y mientras abre la boca para balbucear, ella decide abstraerse en los restos de su amado árbol. Nada le preocupa más que la muerte de ese compañero.

-Sos una pobre criatura. Tuviste que haber nacido hombre. Tal vez, así hubieses vivido un poco más-

Y después de decirlo, Cristián acerca las manos al cuello de Juliana. Ella sabe que es el fin. Anhela la libertad más que nadie y por eso no lucha. Para ella, morir no es abandonar la tierra, es otra cosa. Morir, hoy, es su camino hacia la libertad. Morir, hoy, es la ventana que tanto añoró. Siempre lo supo. Siempre supo que estuvo muerta el día que nació mujer.

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Mujer florero

Mujer, sexo débil,

tu cuerpo yace de cara a la luna.

Mujer florero,

te paran en el centro de la mesa,

por linda, por delicada.

Te reducen a ser decorado

porque la simetría de tu cerámica es

hermosa.

Tu nombre nunca fue tuyo,

tampoco tu cuerpo.

Tu lindura no te salvó,

tampoco un hombre.

Tu boca no habla,

tus ojos no callan.

Tu destino es ser de alguien más,

nunca tuya.

La mujer florero siempre se rompe.

Y con la cerámica dividida

todos te lloran, todos buscan el culpable.

Quién te tiró.

Todos te arrojamos al vacío.

La libertad es abandonar el centro de la mesa.

La libertad es elegir romperse en manos de Dios.

La libertad no es ser mujer.




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