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Juliana Burgos es una promiscua más

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“Porque hay millones de textos de amor, pero muy poquitos de respeto,” – Alejandra Martínez de Miguel Juliana se sienta de frente a un árbol, el más bello de la casa, el único que sabe escucharla. Lo mira y le sonríe, porque al fin encontró un masculino que extrañamente la oye. Será porque al árbol le faltan cuerdas vocales. -Si me preguntaras cómo me llamo, me gustaría decirte Juliana Burgos, a viva voz. Pero ni siquiera soy dueña de mi nombre. Me resultaría gallardo que pudieran decirme mujer florero. Al menos así me definirían con las palabras correctas. Tras un largo silencio y una opresión en el pecho, continúa: -No me gusta ser Juliana. No quiero ser Juliana. Quisiera ser Julián, para que me tengan aunque sea un poquito de respeto. Para que no me quieran por mi belleza. Para que sus cuerpos no demuestren ni un ápice de deseo hacia el mío. Una voz varonil le grita desde el zaguán. Lo oye, pero desearía ser sorda, para no acudir a sus órdenes. La vuelve a llamar y, ante...

Como quien muere como el resto

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“El sometimiento es un molde de la muerte” – Patricia González López   En su computadora, las letras vuelan sin parar. En su cara, los ojos furiosos parpadean solo cuando es necesario. Necesita terminar de escribir, correr a casa, para completar la rutina, y decirse a sí mismo que mañana será un nuevo día, aunque todos sean iguales. Se había prometido, diez años atrás, cuando empezó la carrera de Periodismo, que con sus escritos iba a cambiar el mundo. Pero solo vive de las notas mediocres, como el resto. Se la pasa convenciéndose de que su vida es una rutina inmóvil porque le gusta. Pero sabe que no, que es cómodo y nada más. Sabe que él elige la repetición constante porque es lo más fácil, pero también lo más angustiante.   Envía la última nota pendiente sobre otro robo que no será resuelto, otro robo que solo causará pánico en la sociedad, en vez de un cambio. Apaga el monitor y se detiene en el reflejo que le devuelve la pantalla negra. Se mira y no se reconoce. Entre...

Qué es quererte

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  Quererte es una ola. Es atarme a tu intermitencia. Es esfumarte y esperar tu regreso a la vera del mar. Sola, triste, deseosa de una respuesta concreta que nunca llega, ni tiene intenciones de llegar. Quererte duele como una ola. Es no saber cuándo volvés. Es llorar insatisfacción. Es tolerar lo efímero con tal de sentirte un momento. Es dejarme empapar y morir de frío, de incertidumbre. Quererte es una ola deslumbrante, pero inconsistente. Es alegrarme por tu retorno, aún sabiendo que vas a desaparecer sin aviso previo. Es consentir tus idas y vueltas, tus oraciones inconclusas, tus silencios estruendosos, tus regresos constantemente inacabables. Quererte es igual que una ola inestable. Y duele. No tenés idea de cómo duele.

Mientras tanto, no me elijo

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¿Cuándo acepto que tus manos duelen demasiado en mi cintura? ¿Cuándo llega el que me acaricia con amor? Mientras tanto, juego a que tus brazos me quedan bien. Mientras tanto, me miento y digo que te elijo s o l o para terminar este poema. La indiferencia solo puede ser bella cuando la describe un corazón roto. La falta solo puede tener sentido en una obra artística. El desafecto solo sirve para fomentar la creatividad. El resto existe porque no me quiero.

Saberme sola, pero limpia

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Me gustabas tanto que dejé de verme. Creí que prestándote mi jabón iba a encontrar lo que buscaba. No tenía idea qué buscaba. Pero ahí estaba yo. Limpiándote los miedos, secándote los males, rozándote la punta de los labios, para sacarte una sonrisa. Mi motivo era tu piel limpia a costa de mi mugre. No había más allá de una ducha y nunca alcanzaba el agua caliente para mí. Siempre encontrabas quienes te froten más                    y mejor. Porque hacías esfuerzos descomunales por encontrarlas. Me gustabas tanto que no quise verme. No podía ver que me había convertido a tu religión. Un harapo usado tantas veces. La toalla de baño que todos evitan por lo ajada. Solo me querías para tramitarte el ego, para limpiarte la mugre. Recién bañado te ibas a oler otros cuerpos. Volvías perfumado de aromas mejores. Me gustabas tanto que me tapaba la nariz,...

Cuánto queda para que me ames

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  Qué insatisfacción más grande turnarse con otras, dejarme usar para gratificarte las inseguridades. Quién me paga por aguantarme tus intermitencias, tus naufragios en otros mares. Aceptarte en otros cuerpos para que veas que soy solidaria, para que no sientas que exijo tu libertad; para que te quedes y me regales el amor que me falta. Me enternece que me busques cuando la soledad te tira de la cama. Soy las sesiones de terapia que otros cuerpos no te quieren prestar. Me desprecio cuando transijo tu desprecio. Soy todo lo que te duele, para que no sufras más tus penas. Retenerte cuesta toda mi autoestima. Retenerte me cuesta el alma. Estoy sucia de problemas tuyos.   Ya no aguanto. Ya no quiero.   Ya no más.   He jurado ganar: abandonar mi lugar de tonta, tu mirada de indiferencia. He prometido cumplirme: amarme sin tus manos, quererme sin verme en tus ojos. Me he propuesto hacerme caso: y...

Mujer florero

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Mujer, sexo débil, tu cuerpo yace de cara a la luna. Mujer florero, te paran en el centro de la mesa, por linda, por delicada. Te reducen a ser decorado porque la simetría de tu cerámica es hermosa. Tu nombre nunca fue tuyo, tampoco tu cuerpo. Tu lindura no te salvó, tampoco un hombre. Tu boca no habla, tus ojos no callan. Tu destino es ser de alguien más, nunca tuya. La mujer florero siempre se rompe. Y con la cerámica dividida todos te lloran, todos buscan el culpable. Quién te tiró. Todos te arrojamos al vacío. La libertad es abandonar el centro de la mesa. La libertad es elegir romperse en manos de Dios. La libertad no es ser mujer.